Una de Benedict Andrews

Resultado de imagen de Una de Benedict Andrews

Adaptación de la conocida pieza teatral escrita por David Harrower titulada Blackbird.

En esta el director propaga la acción más allá de los límites del escenario único y lo extiende hacia el pasado, gracias a pertinentes flashbacks. El encuadre cinematográfico es por tanto un espacio de memoria.

El reencuentro entre los dos protagonistas es sin duda alguna un enfrentamiento que se manifiesta gracias a unos diálogos tensos, que mantienen la víctima y el victimario. También puede tratarse de dos realidades construidas, confrontadas a  raíz de un pasado común que fue traumático.

Cinta compleja, ambigua, llena de matices y detalles que evita todo juicio a priori, hasta el punto de zaherirnos, ahondar en las contradicciones, hacernos pensar. La utilización de los espacios artificiales (y los pertinentes cambios de luz) por donde deambulan nuestros protagonistas y la relación de estos con los objetos (desechos) determinan sin duda las personalidades de ambos (situados los dos en una especie de limbo físico y mental), y han de verse como reconstrucciones mentales. En estas transitan las relaciones con respecto al sistema social, los recuerdos, la complejidad de lo indecible y lo narrado, lo cierto y lo creado, lo que es permitido y lo inmoral. El tono lo determina quien recuerda y no tiene por qué responder a la realidad. Lo proyectado en la escena teatral, aquí queda susurrado.

Si se sabe que Una estará como víctima siempre traumatizada. Ray ha vuelto a ser acogido por el sistema, ha rehecho su vida.

La cinta se mueve en la zona gris de una relación que va más allá de la dinámica abusador-abusado y plantea matices donde “inocente” y “culpable” son palabras estigmatizadoras, incapaces de sopesar lo ocurrido, de la misma manera que una herida es sólo una expresión gráfica de un accidente mayor (Consuelo Fontecilla, Zoom in, El otro cine.Cl)