Leave no trace de Debra Granik

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Una de las constantes temáticas de algunos films radica en la situación de desprotección o conflicto por los que pasa un adolescente.

La directora adopta un minimalista tono intimista abierto, evitando así todo resquicio hacia el sentimentalismo. Es de agradecer como Granik dota al relato de afecto, pero también compasión.

La historia está narrada desde el punto de vista de la adolescente. El espectador inmediatamente siente empatía por ella, a medida que va tomando conciencia de que ya no puede continuar vagando de un lugar a otro con su padre (por el que siente enorme afecto). Esta separación se produce no por un acto rebelde, sino porque se trata de todo un proceso maduro que Tom va adquiriendo, gracias a que en un momento dado ha entrado en contacto social con los demás (habita sin querer un retrato social de la América profunda). Will seguirá viajando hasta encontrar su propio refugio (Will desea integrase en la naturaleza, diluirse en esta, es esencial entender cómo se utiliza el espacio narrativo y el modo en que se retratan esos espacios naturales). En definitiva, el conflicto está servido procelosamente.

No nos importa tanto el pasado de los personajes (Tom y Will), sino los instantes que acontecen y se intuyen.

La cinta es una adaptación de una novela firmada por Peter Rock.

Sinopsis: Un padre y su hija de 13 años viven una vida tranquila y feliz, aislados en un enorme parque nacional de Portland, Oregón, hasta que un pequeño error complica sus vidas para siempre, al ser detenidos por la policía.

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