Honrarás a tu padre y a tu madre no oculta el infortunio, cuando el deseo y la ambición mueven el mundo. Este placer como detonante sirve a las sombras de la fatalidad que se infiltran por las paredes de la culpa y su destino. Y la tragedia asombra lentamente, en su venganza, con sus crímenes y castigo, mientras nuestra debilidad, sin un futuro, se pervierte junto a nuestros más profundos deseos humanos, que nos hacen vivir con odio extremo, cuando el pasado infiel esta hipotecado y retorna el vuelo inmisericorde del dolor, y va dilatándose la agonía con sus desvaríos hasta la catarsis susurrada por Casandra, en su anunciado oráculo de la vida.
La diosa es testigo, no juzga, pues es narradora omnisciente, aunque conozca el fin, convirtiéndose en una antropóloga de la condición humana y los sentimientos voraces que habitan en una sociedad enferma, con sus causas y efecto; por un lado. Por otro, el relato se estructura, no de manera lineal, alterando los puntos de vista una y otra vez, y ajustando los saltos temporales, que bien dilatan el drama o anticipan la acción (se dosifica la información) hasta el desenlace.
Podemos comprobar que fondo y forma se entretejen hasta diluirse. Subrayamos esta intención por su, invisible al tiempo, gélida puesta en escena, donde pululan las criaturas dialogando en un tono inestable hasta culpable (soberbias interpretaciones), recortadas éstas por un fondo plano que viene iluminado por colores fríos que contrastan con otros apagados o sucios (juego de luces y sombras), cuyos encuadres vienen marcados por la multiplicidad de los puntos de vista (el formato utilizado ha sido el video digital HD, que entre otras dádivas, además, aumenta la profundidad de campo y permite colocar diversas cámaras en una misma escena, filmando sin cortar, así las reacciones de los personajes son aún más que complejas. Al tiempo reduce costes).