Una simple mesita del comedor es la raíz detonante de una previsible y más que estridente, pero también improbable tragedia familiar nada inquietante, que se dilata temporalmente, de manera injustificable hasta límites agotadores, provocándonos desinterés y también hastío, y cuyo inicio se propone como una manoseada y estereotipada y exagerada comedia costumbrista, que sin perder su tono grueso, quiere virar, de manera impostada, hacia la comedia negra menos sutil, hasta desembocar rocambolescamente, en su tramo final, en torno a una pesadilla dantesca sin complejos.
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