Charlie y la fábrica de chocolate de Tim Burton

Debemos hacer notar que visto el paso del tiempo esta es una cinta cautivadora, no solo con respecto a lo visual, sino en su intrínseco discurso, que oscila entre lo aparentemente ingenuo y la negrura de cierto humor negro, sin dejar de lado el protagonismo de un personaje ciertamente inquietante de aspecto andrógino (traumatizado en la infancia, una serie de flashback se remontan al pasado de Wonka), siniestro abusador y excesivo, que ama y odia a los niños (feroz ironía de la estupidez humana), cuyo sino es estar recluido y cuyos modales de millonario son ciertamente despóticos en forma y fondo, aunque contradictoriamente sea vulnerable y se encuentre perdido y huérfano y solitario, sin dejar de ser excéntrico y mantenerse dentro de la singladura que ofrece el éxito mediático y que gira alrededor del ego (a caballo entre una mentalidad peterpanesca y la egolatría insatisfecha de Kane).

Sinopsis: Charlie Bucket, un niño muy bueno de una familia muy pobre, gana un concurso para disfrutar de una visita de un día a la gigantesca fábrica de chocolate del excéntrico Willy Wonka y su equipo de Oompa-Loompas. Cuatro niños más de diferentes partes del mundo lo acompañarán a través de un mundo fantástico y mágico lleno de diferentes sabores.

Burton mantiene la esencia de la obra de Dahl y añade una series de cambios que refuerza el original literario (una serie de flashbacks se introducen adquiriendo un tono paródico al tiempo fabulador bajo una mirada caricaturesca, distanciándose de toda apología familiar edulcorada), sin dejar de lado cuestiones siempre presentes en su filmografía; tales como, la fábula y la importancia de la tradición oral, los traumas familiares, las relaciones entre los abuelos y los nietos y los padres y los hijos, la soledad del diferente que no encaja dentro de la sociedad y tratado como marginado por el sistema, la reivindicación del creador que inventa y construye un universo propio con reglas particulares y contra toda lógica.

El resultado es un cuento itinerario imaginativo, que bien podría compararse con El Mago de Oz, pero que en manos del Burton consigue adquirir tintes inquietantes, casi enigmáticos, por no decir terroríficos que transcienden más allá de cuestiones didácticas, cuando no morales, y también sociológicas (la tecnología, la ambición, el materialismo, la mala educación familiar y frente a estas la bondad de Charlie).

Visualmente imaginativa, a la vez excesiva y en ocasiones desconcertante, suscribe una imaginería personal que va desde el expresionismo, sin dejar el goticismo victoriano, al arte pop, el constructivismo, el futurismo.

Nota. Extraordinaria  dirección de producción a cargo de Alex Mcdowell quien construye unos decorados  posibles que otorgan veracidad y personalidad a los espacios, así como una inteligente dirección de vestuario a cargo de Gabriella Pescucci, sin olvidar la sabia iluminación por contrate de Philippe Rousselot y la apasionante composición sonora de Danny Elfman.

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