La caja de cristal de Asli Özge

Toda la acción trascurre durante un día y en un único espacio (bloque de viviendas), con anterioridad, en el inicio del film, durante sus primeros compases, hemos sido testigos de la instalación de una oficina portátil con fines promocionales, una grúa la ha depositado en el interior del edificio.

Iremos sabiendo gradualmente que, dentro de ese espacio, esa oficina (objeto externo será el detonador del conflicto o tragedia, una desestabilización que es interesada) constituye ser una metáfora de nuestro tiempo y que ejemplifica la práctica de la gentrificación. Esta metáfora va a condicionar y determinar, de manera implacable, como hemos apuntado, la vida de todos y cada uno de los vecinos del inmueble, ya acosados con anterioridad, sea cual sea su condición, como podemos ir conociendo.

Entonces, la policía acordona el lugar, no sabremos por qué causas, pero hace que los inquilinos queden confinados y dubitativos (averiguaremos, a posteriori, que la policía responde cómplice, sin explicaciones y solo mediante actitudes, a dicha práctica de gentrificación).

A partir de entonces, el trayecto va tensionándose, se desarrollan o producen y se suman múltiples contratiempos y coyunturas insólitas a la vez anormales, por lo que las protestas vecinales primeras mutan hacia el desconcierto, la duda; hasta que los cuestionamientos finalmente son hábilmente neutralizados o desactivados.

La cámara se posiciona en el espacio de tal modo que nos dificulta la visión, tal y como si nosotros fuéramos esos inquilinos. Esta intención adquiere diversos significados, una humana, la consideración despreciable en si de la especulación, otra no solo formal también significativa, el impedimento físico de tener una visión global o total del edificio y su entorno (desertan los planos generales) y la concepción del otro.

Dicha fragmentación nos coloca a la altura de la mirada de los vecinos y sus intereses, promovida por todas las fuerzas de presión que hemos aludido y otros poderes implicados que condicionan a ver un enemigo en el inquilino, pero también a provocar un enfrentamiento entre estos.

El uso del reencuadre y de los planos confusos proyecta la idea de vigilancia y control constante como idea suprema también interesada de los poderes. Dicha idea se va a trasladar al comportamiento vecinal, una vez que han interiorizado el mensaje por parte de esas fuerzas vivas (los cuerpos de seguridad del estado, el ocupante de la caja de cristal promulgador intermediario de la doctrina, la sospechosa actitud que se va generando entre los vecinos).

Finalmente, no hay salida; la traición, la delación, el enfrentamiento violento más allá de la discusión desagradable que va en aumento, la insolidaridad, la ruptura de la convivencia y de lo común sirve de argamasa al mercado y la violencia institucional.

Sinopsis: Los inquilinos de un céntrico edificio berlinés, ya sometidos a una gran tensión por los manejos de la inmobiliaria que posee el edificio, se encuentran una mañana, sin explicación ninguna, encerrados y rodeados por la policía. Nadie puede entrar ni salir. Sin información, los residentes empiezan a especular. Primero, suponen que puede haber una bomba colocada en la puerta de entrada. Luego se difunde el rumor de que un criminal se esconde en el patio. El miedo se convierte en inseguridad y a su vez en agresión. Los prejuicios provocan la polarización. Viejos conflictos vuelven a salir a la luz y los residentes empiezan a denunciarse unos a otros. En esta situación de peligro existencial, pierden su máscara de decencia humana. Empiezan a mostrar sus verdaderas caras y cada uno persigue sus propios intereses en este juego de poder y capitalismo.