Le quattro volte de Michelangelo Frammartino

Fue  Pitágoras  quien  nos  hablo  de  la  trasmigración  del  alma. Esta  podía  adoptar  bien  forma  humana,  animal,  vegetal,  mineral.  Este  pensamiento  filosófico  fluye  dentro  de  esta  especie  de  extraño  experimento  que  nos  permite  en  lo  posible,  de  una  manera  austera, al tiempo trascendente, dilucidar una conexión cósmica entre todas las cosas, la vida como un ciclo, la tierra en su bojeo.

A  vueltas  de  nuevo  con  la  sublimación  de  la  realidad  que  en  ocasiones  se  no  escapa;  una  vida  incontrolable,  que  finalmente  tenemos  que  acotar,  pese  a  los  azares  que  preñan en este caso el documento, y por donde puede filtrarse la narración, gracias al artificio que no ocultan los métodos de la ficción; en plena conjunción, siempre, con la capacidad  de  observación  (contemplación)  de  la  naturaleza,  que  manifiesta,      en  ocasiones,  de  forma  austera,  ciertas  cualidades  pictóricas  que  adquieren  las  imágenes  desnudas,  en  ausencia  de  la  palabra,  que  se  compone  de  ritos,  adheridos  a  una  significación que adquieren los sonidos, sin desdeñar esa sucesión de acontecimientos, que  solo  pueden  ocurrir  sin  son  registrados  por  una  cámara  –esos  planos  fijos  sostenidos  en  el  tiempo,  filmados  en  ocasiones  en  la  lejanía-  y  que  no  admiten  subrayados.